¡BASTA! NI UN MALTRATO MÁS

Por: Arlindo Luciano Guillermo

El castigo físico que se aplica, lamentablemente, contra los niños es una práctica obsoleta, salvaje, propia de adultos con descontrol emocional, sin paciencia, incapaces de resolver conflictos domésticos con palabras y persuasión. Descargar furia sobre los niños (sean hijos, sobrinos, hijastros o ahijados) revela frustración, mediocridad y total ignorancia del rol educador de los padres en la familia. No hay que olvidar que lo que sembramos en la niñez cosechamos en la adolescencia.
El informe publicado en PERÚ 21, el sábado 10 de setiembre, pone los pelos de punta sobre la violencia contra los niños en el Perú. El titular dice: “ALTO. Más de 12,000 menores fueron víctimas de violencia este año.” Usted, estimado lector, ¿ha golpeado a su hijo alguna vez?, ¿ha cogido la correa u otro objeto contundente para amenazar a su hijo porque desobedeció, no hizo la tarea o porque desaprobó 1 o más cursos en la escuela?, ¿en lo que va del año 2016, cuántas veces ha golpeado a su hijo? Si la respuesta es afirmativa debe hacer un mea culpa sincero, disculparse sin vergüenza y desterrar inmediatamente esa práctica que revela barbarie y comportamiento de depredador que hace prevalecer su tamaño, poder y agresividad; si es negativa va por el camino correcto de educar y corregir a sus hijos con ejemplo, actitudes positivas, responsabilidad paternal, comunicación horizontal, consejería y persuasión. El golpe físico en el momento puede tranquilizar y sancionar una falta o transgresión del hijo, pero se provoca un daño emocional y sicológico que se va almacenando y en algún momento se desembalsará con pronóstico impredecible.
En teoría (y así debe ser), la familia es el núcleo educador por antonomasia. Educar en el hogar significa no solo enseñarles a los hijos, cual sea la edad, buenos modales, responsabilidad, decir siempre la verdad, ayudar en los quehaceres domésticos, sino también respetar la opinión, la integridad física y emocional, ejercer tolerancia con la edad de los hijos, pues no es lo mismo educar a un niño de 3 años que a un adolescente pleno de 15. La escuela, igualmente, es el escenario más apropiado para la enseñanza, el fortalecimiento de las relaciones interpersonales y la convivencia democrática. Sin embargo, en la familia se maltrata a los hijos, impunemente a veces, y en el colegio son víctimas del bullying. Los padres maltratan físicamente a sus hijos en la casa; en el colegio, los compañeros de clase.
Se cree falsamente que la autoridad de los padres se demuestra con el castigo físico y el temor que inspiran cuando gritan, insultan, ponen etiquetas o comparan (“Eres un idiota”, “Eres una basura”), profieren groserías y aplastan a los hijos con la postura física de adulto. La Encuesta Nacional sobre Relaciones Sociales (ENARES) 2015. Violencia hacia las y los adolescente en el entorno familiar, del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), revela información alarmante que debe ser tomada en cuenta por los padres de familia, docentes y directivos de las instituciones educativas para detener en el acto cualquier modalidad de violencia contra niños y adolescentes en el hogar y en la escuela. El 81,3% de adolescentes de 12 a 17 años de edad dicen que alguna vez en su vida fueron víctimas de violencia psicológica o física por parte de las personas con las que viven. Al 67.6% le insultan, le dicen lisuras, le han avergonzado o humillado. El 51.8% sufrió violencia psicológica y física. El 65.6% recibió golpes con objetos (correa, soga, palo, etc.), jalones de cabello u orejas. El 73,8% de niñas y niños de 9 a 11 años de edad, alguna vez en su vida, fueron víctimas de violencia psicológica o física por parte de las personas con las que viven. Al 58.9% de niños le insultan, le dicen lisuras, le avergüenzan, le humillan; le dicen que todo lo que hace está mal, le ponen apodos, le prohíben jugar con amigos, se burlan, le amenazan. Estas cifras, aunque hay muchas más, visibilizan el tipo de padres de familia que cría y educa hijos en la familia. Ningún castigo físico corrige, la amenaza sicológica edifica una barrera, la agresión verbal embalsa resentimiento en los hijos o estudiantes y genera introversión, incomunicación y desconfianza.
Los padres debemos hacer sentir nuestra autoridad para educar a los hijos. Eso implica actuar con equilibrio emocional, actitud moral, buenos ejemplos y empatía. Los padres corregimos y enseñamos responsabilidad dentro del respeto y la cronología del niño y del adolescente. La ley castiga con cárcel a los progenitores que causen lesiones físicas graves o ultrajen a sus hijos, incluso pueden perder la custodia. Se trata de proteger la integridad física y moral de los hijos. En una familia tiene que haber respeto mutuo entre padres e hijos, entre los cónyuges, vivan estos juntos o separados. Somos padres de nuestros hijos hasta la muerte. Los hijos tiene derechos que se deben respetar al pie de la letra como ejemplo del estado de derecho; sin embargo, algunos se olvidan que también tienen deberes y obligaciones que deben cumplir sin murmurar, a excepción de que haya abuso o exceso de responsabilidades y parcialidad.
Los hijos deben vivir en una familia saludable. Padres e hijos se asisten respeto y consideración. No basta darles comida, vestido, educación y propina, sino también buen trato, harta paciencia y afecto directo, sin muchas palabras. Nuestros hijos merecen respeto, atenciones oportunas a pesar del tiempo que nos quita el trabajo absorbente. El problema de la violencia contra niños y adolescentes no se resuelve encarcelando o quitándoles a los padres sus hijos. El problema tiene raíces culturales y de herencia familiar. Si un adulto ha sido golpeado cuando niño para que sea cumplido con las tareas de la escuela, entonces cree que así también aprenderán sus hijos. Los estilos de educación familiar han cambiado radicalmente en el silgo XXI. Pero lo que no ha cambiado es la presencia de los valores éticos y actitudes positivas. No hay una academia o universidad que gradúe a ciudadanos para ser padres de familia. Aprendemos a ser padres todos los días. Dice Proverbios: “Instruye al niño en el buen camino, aun cuando envejezca no se apartará de él.” El que tenga ojos que vea; el que tenga oídos que oiga.