Atrapamos al colibrí

Hace algún tiempo atrás, los doce profesores que conformamos la carrera profesional de Lengua y Literatura de la UNHEVAL andábamos asustados como si hubiéramos visto al mismo diablo calato en persona. Eso porque después de casi un año y medio de ardua labor en la que nos habíamos dedicado a cumplir con los estándares propuestos por los evaluadores, había llegado la hora de enfrentarnos a ellos.
El día en que íbamos a ser evaluados, todos disfrazados con sacos y corbatas, ellas bien uniformadas y nuestros alumnos bien al día, esperamos a los pares evaluadores para que, así como los mismos dioses griegos, decidieran nuestro futuro.
Como soy creyente de la cultura andina, aunque ustedes no lo crean, un día antes recé con toda mi devoción a mis apus para que esos tres días de evaluación que íbamos a tener fueran favorables para nosotros. Y como el oráculo rezaba a nuestro favor, todo salió como lo esperábamos.
Al grupo evaluador le demostramos lo bien preparados que estábamos acerca de los estándares, lo sabíamos como el Padre Nuestro, aunque había una señora que se creía Lilit (diabla Hebrea), ya que buscaba los cinco pies al gato, y de quien sospecho que confunde, hasta ahora, el rabo del gato con un pie más. Ella, según me enteré después, actuaba con el hígado y el resentimiento más que con el corazón y la razón, pero parafraseando al Chapulín Colorado, diremos que no contaba con nuestra astucia, ya que no sabía que algunos que estábamos ahí éramos personas que ya habíamos pasado por el infierno algunas veces, que habíamos sido concejeros al tío Shata y que conocíamos cómo sacudirnos de sus encantos y palabrerías diabólicas.
Después de que pasó esa tormenta en que, además, tuvimos que levantar algunos errores, nos llegó la resolución de aprobación, en donde la carrera de Lengua y Literatura se convertía entre las primeras, a nivel nacional, en ser acreditada por el SINEACE.
Eso nos llenó de orgullo, seguimos caminando abriéndonos caminos, pero nos daba coshas, como diría el doctor Chapatín, al ver que otras carreras recibían sus certificados en ceremonias importantes y que les entregaban el Colibrí, que es el símbolo de la institución evaluadora.
Pero como nosotros somos jajajás, la semana que pasó organizamos una ceremonia en donde participaron nuestros alumnos (as), exalumnos, autoridades y grupos de interés y en nombre del Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa, se hizo entrega del certificado oficial así como un ejemplar del colibrí; de ahí que hoy podemos decir que atrapamos al colibrí que hasta ese momento se nos hacía esquivo.
Meditando y reconociendo que somos una carrera acreditada y que el servicio que brindamos a nuestros alumnos debe ser el mejor, esa noche Jany, Gino, Víctor, Lucho, Andrés, Juan, Juselino, Rossy, Irma, Humberto, Teófilo y este escriba estuvimos felices en dicho acontecimiento, que marca un precedente en nuestra historia como formadores de docentes especialistas en Lengua y Literatura. Naturalmente, somos conscientes de que esto es solo un paso y que debemos de seguir para adelante.
En uno de los discursos, esa noche escuché que se viene la reacreditación, de nuevo comencé a comerme las uñas y sentí que mi cuerpo se ponía como piel de gallina, aunque se nos recordó que para aquella reacreditación ya estamos trabajando en la medida de nuestras posibilidades. Estoy seguro de que así como la primera vez aprobamos, esta también lo conseguiremos; solo esperamos el apoyo de nuestras autoridades, quienes dejando de lado las camisetas políticas, nos ayudarán tal como lo hicieron.
Estoy seguro de que todos los profesores de la carrera de Lengua y Literatura vamos a tomar esta segunda evaluación así como lo hicimos la primera vez y saldremos triunfantes mal que les pese a unos tantos y a otros cuantos.
Las Pampas, 18 de mayo de 2017