La devastación se cierne sobre Sumy, ciudad del noreste de Ucrania, tras un brutal ataque con misiles balísticos rusos que ha dejado al menos 32 civiles muertos y cerca de un centenar heridos. El ataque, perpetrado en pleno Domingo de Ramos, fecha de profundo significado religioso para los ucranianos, convierte este episodio en uno de los más sangrientos contra la población civil en lo que va de año. La región de Sumy, fronteriza con Rusia, ha sido objeto recurrente de ataques desde el inicio del conflicto, aunque este último golpe se distingue por su crueldad y el elevado número de víctimas.
Según la investigación publicada por The New York Times, el ataque se produjo en el centro de la ciudad, un área concurrida donde familias celebraban la festividad religiosa. Este ataque se produce en un contexto de creciente tensión y a pesar de los llamamientos a un alto el fuego impulsados desde diversas instancias internacionales.
El impacto de los misiles transformó calles vibrantes en escenarios de horror. Testimonios gráficos y grabaciones de video muestran cuerpos mutilados y ensangrentados esparcidos por la vía pública, vehículos calcinados y escombros por doquier, mientras el ulular de las sirenas y los gritos de auxilio llenaban el aire. Entre los fallecidos, se han confirmado las muertes de dos menores, lo que agrava aún más la tragedia.
Ihor Klymenko, ministro del Interior ucraniano, expresó su consternación a través de las redes sociales, lamentando que «personas fueron alcanzadas en plena calle, en sus coches, en el transporte público, en sus hogares». Esta declaración refleja la indiscriminación del ataque y su impacto devastador en la vida cotidiana de los habitantes de Sumy. La Fiscalía General de Ucrania ha iniciado una investigación por crímenes de guerra.
Volodymyr Boiko, un residente de 69 años, relató el horror que vivió mientras viajaba en un autobús abarrotado cuando uno de los misiles impactó en las cercanías. Boiko sobrevivió con heridas leves, pero describió escenas dantescas: «Sólo había cuerpos, apilados unos sobre otros». Su testimonio ofrece una ventana al terror y la magnitud de la tragedia vivida por los civiles.
Este ataque se suma a una serie de acciones militares rusas que han golpeado centros urbanos ucranianos, causando un alto número de víctimas civiles. La infraestructura civil, incluyendo hospitales y escuelas, ha sido blanco de ataques en reiteradas ocasiones, suscitando la condena de la comunidad internacional y acusaciones de crímenes de guerra contra las fuerzas rusas. La situación humanitaria en Sumy, como en otras regiones afectadas por el conflicto, se deteriora día a día, con una creciente necesidad de asistencia médica, alimentos y refugio para la población desplazada.