Aquí vamos de nuevo

Jorge Farid Gabino González

Escritor, articulista, profesor de Lengua y Literatura

Llámesele mera superstición, simple y llana y pueril creencia sin el menor asidero en la realidad, pero lo cierto es que todo inicio de año trae consigo la esperanza de que las cosas nos irán mejor que el año anterior, de que los trescientos sesenta y cinco días que se tienen por delante, y que vistos así se nos hacen tan remotos, tan distantes, nos traerán las alegrías y satisfacciones y regocijos que el año fenecido no tuvo a bien prodigarnos. Pues bien, no siempre ocurre así. Es decir, no siempre el año nuevo implica, por el solo hecho de serlo, que las cosas vayan a irnos mejor. Y ello, claro, no porque uno no lo quiera, o porque haga quizá todo lo necesario para que la fortuna le sea adversa. Es solo que existen situaciones que, precisamente por no depender en exclusiva de nuestra voluntad, de la fuerza que le podamos imprimir a nuestras manos, suelen írsenos por caminos a menudo diametralmente opuestos a los que desearíamos.

Qué es lo que sucederá, según todo hace indicar, con las idas y vueltas en que nos tiene sumidos la política, los políticos, desde hace ya casi dos años. Pues no se necesita ser brujo, adivino ni nigromante para vislumbrar que este 2023, sobre el que, insistimos, tenemos puestas tantas esperanzas, no será un año en el que los peruanos podamos, por fin, dedicarnos con toda libertad a la realización de nuestros proyectos y planes personales, sin tener que estar fijándonos a cada instante en qué es lo que están haciendo nuestros políticos con el país. No. Y no lo será porque los desestabilizadores de siempre, porque los resentidos de siempre, porque los ofendidos de siempre, han comenzado ya con su cantaleta de siempre. 

Lo cual no significa otra cosa que el anuncio, como si de una gran cosa se tratara, del reinicio de las protestas en el país. Protestas que, como es de amplio conocimiento, solo han sabido dejarnos hasta ahora decenas de muertos, y ningún resultado concreto. Pero claro, como en este país los vivos no tienen el mismo “valor”, pues mucho menos lo van a tener los muertos, que cuando no los generan las protestas y manifestaciones organizadas por la derecha, sino por la izquierda, es como si no existieran. De modo que, con un inicio de año así, solo nos queda comenzar a hacernos a la idea de que este será un largo, pero larguísimo, 2023.

Por otro lado, aunque también en consonancia con la doble moral con que de ordinario se conduce esa izquierda a todas luces nociva, que es la que hoy pretende hacer lo que le da la gana con el país, se ha sabido que algunos de sus principales rostros han salido a dar el grito al cielo en protesta por la convocatoria realizada por la Policía Nacional para participar este martes 3 de enero de una marcha por la paz. Anticipándose, desde luego, al reinicio de las protestas organizadas por la izquierda para este jueves 4 de enero. Porque claro, como la marcha no la convocan ellos, y como el espíritu de esta apunta a ser el de la busca de la paz, y no el del derramamiento de sangre, como es costumbre en aquellos, solo les queda oponerse.

Lo que ni el señor Cerrón ni la señora Mendoza parecen tener en cuenta es que el Perú está ya cansado de sus majaderías. De que sigan pretendiendo utilizar a su gusto y antojo a cientos de ciudadanos de las regiones más postergadas del país como verdaderos tontos útiles. Incluyendo como parte de sus reclamos, muchos de ellos todo lo justos que se quiera, a algo tan descabellado como pedir en calles y plazas por la liberación, y restitución en la presidencia, de Pedro Castillo. Como si la caída del impresentable ese se hubiera debido a una oscura y siniestra maquinación de la derecha, que es lo que no pocos afirman, y no a la impecable labor realizada por la Fiscalía, y también, desde luego, a la propia estupidez del susodicho.

Por lo pronto, queda claro que este 2023 comenzará de la misma manera en que terminó el año pasado: con protestas, protestas y más protestas. Lo que, a la par de ser una gran oportunidad para que la presidenta Boluarte demuestre que en verdad está en la capacidad de encontrarse al mando de un país como el Perú, será también una ocasión inmejorable para que los peruanos en general puedan darse cuenta por fin de quiénes son los que verdaderamente quieren ver bien al Perú, y quiénes son los que, por el contrario, solo buscan que el país se desangre, que el país se fragmente. Y ya que hablamos de fragmentación del país, no debemos perder de vista tampoco que aquello que denunciábamos en una columna anterior, esto es, la intención de cierto sector de la izquierda de independizar las regiones del sur, aprovechándose infamemente del descontento imperante en esa parte del territorio, no es, ni mucho menos, peccata minuta.