Por Arlindo Luciano Guillermo
Mario Vargas Llosa tiene hoy 86 años; está lúcido, genial, mediático, polémico (esto calza perfectamente en democracia), pues no es moneda de oro para agradar a todos, tiene opiniones con las que no necesariamente estamos de acuerdo por muy Nobel que sea. Literariamente es un genio universal; en política es errático, pero con argumento. Él sigue escribiendo, leyendo. Nosotros, cuanto seamos octogenarios, ¿tendremos la vitalidad, frescura e inteligencia clara para escribir y entender lo que leemos? Lo más probable es que MVLl no muera de penoso Alzheimer porque ha leído toda su vida, su cerebro ha estado en actividad constante con la decodificación de información, la reflexión intelectual, disfrute de la lectura, creación literaria que no es otra cosa que inventar ficciones literarias basadas en la realidad personal e histórica. El último artículo de opinión que ha publicado es Viaje al norte (El Comercio. 3/10/2022); revela su óptima salud mental y mantiene su maestría para escribir periodismo, un oficio que ha ejercido con valentía, perspicacia y actualidad. Sus declarados detractores (cuyo derecho es legítimo) en redes sociales, ¿han leído este texto, que no es otra cosa que una crónica periodística, el resultado del itinerario, la observación, la opinión, argumentación y exhibición de cultura y sabiduría?
Lo último que ha publicado MVLl es La mirada quieta (de Pérez Galdós), abril 2022; ya voy por la página 187. Es un libro de ensayos literarios o, más exactamente, un conjunto minucioso de reseñas sobre la novela y el teatro escritos por Benito Pérez Galdós, ese prolífico novelista español del siglo XIX, quizá el equivalente de Honorato de Balzac, Charles Dickens, Emilio Zola. Tiene 216 páginas, escrito durante la pandemia del Covid-19, que felizmente no afectó al otrora Sartrecillo Valiente, al Bugs Bunny o el Cadete de la Suerte del Colegio Militar Leoncio Prado; ese escritor que dio grandes novelas sobre las dictaduras, el abuso, el autoritarismo, la perversidad política y la arquitectura venal del poder: La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, La fiesta del Chivo, La guerra del fin del mundo, Tiempos recios o El sueño del celta. Ese Vargas Llosa que se casó con su tía, mayor que él, Julia Urquidi Illanes, luego con su prima hermana Patricia Llosa Ureta y, últimamente, emparejado con Isabel Presley, exesposa de Julio Iglesia y madre de Enrique Iglesias. Eso ni sus opiniones propias lo descalifican como extraordinario novelista y periodista.
El 7 de octubre de 2010, hace 12 años, la Academia Sueca le concedió merecidamente el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa; entonces tenía 74 años, un adulto mayor lúcido y literariamente fértil. Este 2022 el Premio Nobel de Literatura es la escritora francesa Annie Ernaux; ella tiene 82. El argumento para la concesión es “por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas de la memoria personal». Leer algún libro de Annie Ernaux es una asignatura pendiente. El día de la entrega del premio, Mario Vargas Llosa leyó un extenso texto titulado Elogio de la lectura y la ficción. Dice: “De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú solo sería un seudoescritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad”.
Cuando me enteré por RPP que a Vargas Llosa se le había concedido el Premio Nobel de Literatura salté de alegría y sin empinarme hice una raya en el cielo con mi dedo índice. Era el segundo “compadre del boom” que recibía el Nobel. Gabriel García Márquez fue galardonado en 1982, Cien años de soledad tenía la fama del Quijote y la Biblia. Lamentablemente Carlos Fuentes ni Julio Cortázar tuvieron la dicha de viajar a Estocolmo. Mario Vargas Llosa es el único premio Nobel peruano. Han pasado 12 años y no hay un solo compatriota que concentre los méritos y virtudes para merecer el premio Nobel. ¿Quién sería un candidato fijo y con grandes posibilidades en medicina, paz, física, literatura, química? César Vallejo, José María Arguedas, Alfredo Bryce Echenique o Julio Ramón Ribeyro pudieron ser las propuestas, pero de ellos solo han quedado sus libros, su ejemplo y trascendencia. ¿Alonso Cueto es una idónea propuesta al Nobel? Tenemos orfandad de candidatos para el premio Nobel. Mario Vargas Llosa es un escritor profesional, solo dedicado a escribir, sin otro oficio que crear ficciones. Él algún día va a morir como todo mortal en la Tierra. Personalmente diré, con satisfacción, que leí casi todos sus libros.¿Qué lecciones transmiten la vida, actitud, literatura y el pensamiento político de Mario Vargas Llosa? En primer lugar, hay que leerlo para apreciarlo y estimarlo y luego opinar. Aquí calza, como aro del dedo, la advertencia de Mao Tsé Tung: “Quien no investiga no tiene derecho a opinar”; yo agrego: “quien no lee no tiene derecho a discrepar ni verter comentario”. El silencio es sabiduría; la ignorancia, oportunidad; desquicia el necio que cree ser propietario de la verdad. Leer a un premio Nobel, en lengua materna, es un goce estético y espiritual, una satisfacción de lector. No podemos, política e ideológicamente, estar de acuerdo ni coincidir con Mario Vargas Llosa, pero hay que entender que su trascendencia no es política, sino literaria y cultural. La política es la coyuntura, el episodio efímero, la fotografía del momento, un suspiro que se diluye al día siguiente; las novelas escritas por Vargas Llosa van a perdurar más allá de nuestra existencia. Pasarán siglos y se seguirán leyendo los libros de MVLl; nosotros seremos amnesia total, simplemente polvillo cenizo. ¿La disensión es causal de enemistad, lapidación y descrédito? La democracia, aparte de las elecciones, es la vigencia de la pluralidad, la tolerancia, el respeto de la opinión. La intolerancia, el fanatismo, el dogmatismo y la ortodoxia con cataratas son peligrosos y bárbaros. En esa línea se tendría que crucificar, por sus posiciones políticas y personales, a Jorge Luis Borges, García Márquez, (amigo personal de Fidel Castro), Octavio Paz, Abraham Valdelomar o José Carlos Mariátegui. El gran Óscar Wilde, el de El retrato de Dorian Gray o El ruiseñor y la rosa, fue encarcelado por homosexual y escándalo moral por una sociedad inglesa intolerante. Para opinar de Mario Vargas Llosa hay que leerlo con pensamiento crítico, sin apasionamiento ni devoción religiosa, con apertura y tolerancia.