Por: Clider Luis Marchand Laureano
Se cumplen 50 años de la mejor novela de todos los tiempos: “Cien años de soledad”. Gabriel García Márquez terminó de escribir su mejor libro en mayo de 1967 y a la semana siguiente la Editorial Suramericana agotaba su tiraje de ocho mil ejemplares solo en Buenos Aires.
Demoró dos años en escribirla pero la pensó durante 18. Y toda la novela es una representación casi literal de su vida (sólo le añadió la magia) cada recodo de cada párrafo hace referencia a su familia, una familia signada por la superstición y por una gran facilidad de narrar historias, él mismo afirma que su abuela Tranquilina Iguarán fue la que le enseñó a contar historias “tenía un poder de evocación tan intenso que cada cosa que contaba parecía hacerse visible en el cuarto…”, historias de casa de sus abuelos maternos, una casa que luego recordaría grande y antigua donde el olor a jazmines se filtraría por las innumerables habitaciones y donde siempre acudían las mariposas y donde los muertos suspiraban, un lugar donde “no había fronteras muy definidas entre los vivos y los muertos”.
Decíamos que la novela está tomada de la realidad por ejemplo el sabio catalán de la novela en realidad existió y se llamaba Ramón Vinyes un librero que vivía en Barranquilla y le prestaba los libros a García Márquez. En los años finales de Macondo se menciona a Aureliano reuniéndose con los “cuatro discutidores” llamados Álvaro, Germán, Alfonso y Gabriel; que en realidad son Álvaro Cepeda, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas amigos de Gabo que solían reunirse en Barranquilla en la librería del sabio catalán. Otro dato de la novela es la mortaja que teje para sí misma Amaranta y es que una tía de García Márquez hizo lo mismo cuando él vivía en Aracataca. Remedios la bella, en la novela, se va al cielo ayudada con una sábana mientras la tendía y esa es la explicación fantástica dada por unos familiares de Gabo cuando una de sus hijas, estando embarazada y por no querer afrontar la vergüenza, se fue para el “cielo” luego que la habían visto doblando unas sábanas en el jardín cuando en realidad se había fugado con su amante. El estropicio ocasionado por la compañía bananera en la novela realmente sucedió en Aracataca dejando a su paso miles de muertos después de la huelga. Los maestros adventistas mencionados en los primeros capítulos fueron los que de alguna manera enseñaron a Gabo lo único que aprendió del inglés, pues en la puerta de la casa de estos maestros un letrero rezaba “The sun shines for all”. Pero tal vez lo más resaltante que García Márquez ha tomado de la realidad es que su casa siempre fue un matriarcado, tal como sucede en la novela, y que son las mujeres los que dirigen la revolución del mundo; él mismo confesaría a su amigo Plinio “…analizando mis propios libros… he descubierto que en efecto parece corresponder a la visión histórica que tengo de los sexos: las mujeres sostienen el orden de la especie con puño de hierro, mientras los hombres andan por el mundo empeñados en todas las locuras infinitas que empujan la historia”
En fin, ya lo decía, Cien Años de Soledad en mi humilde opinión es la mejor novela jamás escrita y el final de la novela es tan exquisito que asemeja el mejor de los cuentos sólo que es un “cuento” escrito en casi 500 páginas y las dos últimas sin duda rompen nuestro percepción del tiempo y nos adentran en un territorio imaginario y a la vez tan verosímil que nos queda un nudo en la garganta y nos entran unas ganas irreprimibles de volver a la primera página y empezar a leerla una y otra vez más para nuevamente llegar a las dos últimas páginas y aceptar sin aspavientos que lo inverosímil y lo mágico se pueden tornar en tan lógico y real que sólo puede ser pintado por un pincel tan exquisito como el que Gabriel García Márquez tiene en sus manos.